“Te contaré la verdad y sabrás a qué atenerte. No han fallado una sola noche en los últimos quince años. Son inexorables. Llegan así no más: sin aviso, sin vacaciones, sin saludar... si estoy extenuada, si el espejo no aprueba las visitar. De todas maneras llegan. No existe obstáculo. Entran y se hacen sentir. Solo se marchan cuando me acosa el sueño. Algunas veces me acosté por despistarlos y tuve que volver a levantarme: éramos muchos para mi almohada.
No puedo odiarlos, se parecen a mi madre. Son jueces sin tacha, no he logrado sobornarlos. Son celosos; me rompieron dos compromisos y quizás ahora me roben tu afecto... Son creativos y laboriosos; igual me ayudan a escribir un contrato que un poema y hasta quisieron redactarme una carta de amor. No lo permití. Ya era demasiado.
Nuestra relación es sado-masoquista de parte y parte. Los amo. Los necesito, me asfixian, me torturan, los ataco, los invoco, los maldigo, me increpan, me golpean, los acaricio, los desprecio, me fio de ellos, los abandono, me siento inválida y los vuelvo a llamar...