El derecho y yo


Hace 5 años, cuando después de vagar 6 meses estudiando inglés me enfrenté al mundo (a.k.a. Universidad Nacional), pensaba muchas cosas acerca de lo que quería para mi futuro y las razones por las que empezaba a estudiar derecho.


Era feliz porque entraba a estudiar donde quería y lo que quería pero arrastraba conmigo muchas molestias que Bogotá había instalado en mí en los anteriores 3 años de colegio. 


Y entonces, el primer día, el primer, primer día, cuando estábamos haciendo la primera fila como admitidos, la de los exámenes médicos, descubrí que nada de lo que había hecho de mí valía la pena en ese lugar - y para lo que cuenta, en ningún otro - descubrí que podía encontrar gente como yo, que hablara el mismo idioma.


Empecé a expresarme más, a confiar más en mí misma, a reír con más frecuencia. 


Alguien  me dijo que ya no soy la persona que era en el colegio, no, no lo soy y no podría estar más orgullosa de eso. No me gustaba lo que era y lo cambié.


En lo que respecta a mi carrera y a mí, tenemos una relación conflictiva; aborrezco el civil, el penal me estresa, el administrativo me aburre y el constitucional me lo paso de vez en cuando. Podrían decir que eso significa que no me gusta el derecho y tal vez tengan razón hasta cierto punto,  pero contra todo pronóstico, hay algo del derecho que me apasiona. 


Amo los derechos humanos. Sueño con el ideal en que la gente entienda qué significa en realidad "ser humano", con que comprendan que sus derechos van hasta donde empiezan los de los demás, con que todos juguemos a que nos respetamos porque no se necesita pasar por encima del planeta y de los otros para ser feliz.


Hoy, no quiero nada de lo que quería, terminé derecho con la poca fuerza de voluntad que tengo e impulsada por cosas que pasaban poco por mi mente cuando frente a la pregunta "¿Por qué entraste a estudiar derecho?" contesté: porque me gusta sabérmelas todas, me gusta el dinero y me gusta el poder.


Descubrí que aunque todavía quiero sabérmelas todas el derecho no es el camino, que el poder solo trae problemas y que es mejor la felicidad que el dinero.


Estoy convencida que mis amigos los conservaré toda la vida, incluso cuando todo lo que aprendí se me haya olvidado y tenga que llamar a mi pull de abogados a que me saquen de problemas porque derecho no sé.


Así que, a mí no me digan abogada, yo soy defensora de derechos humanos.


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